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miércoles, 5 de marzo de 2014

PEQUEÑOS CONFLICTOS SOCIALES Carta a mis hijos

Hoy necesitaba escribir, mi cabeza reflexiona demasiado entre carreras al cole, viajes de metro, horas de trabajo, doblar ropa, jugar en el parque, abrazar a Alicia, llevar en brazos a Atenea, darle un beso a Abraham, las caricias incondicionales de Lugh, las conversaciones de whatsapp con mis amigas, los momentos instagram y las charlas interrumpidas pero absolutas con Jose.
Entre tanto coctel, necesito ordenar mis emociones… Lo haré en fin de año, después de reyes, en febrero… y estamos a marzo…

Me ha ayudado un artículo de Núria Alsina en Crecer en familia a entender a mis hijos y a adoptar mi postura limitadora respetuosa.

Varios temas me atormentaban. Muchos frentes abiertos. Pero pueden agruparse en la punta del iceberg de las emociones viscerales, las innatas, las de la infancia, las de nuestra esencia, nuestro legado, nuestra descendencia. De nuestro sitio en el mundo, del de nuestros hijos en la sociedad, pues es esa la empresa mas difícil e importante.
Y así en la cima aparece un conflicto de relación en un espacio familiar. Mis hijas de dos años pegan con frecuencia a niños menores (frecuencia es menos del 1 % del tiempo además dividido en 2, pero dejémoslo así). Yo pongo límites redundantemente con las limitaciones de mis emociones, de mis dos manos y mi cansancio. Pero los pongo porque confío en que esa es la mejor reacción, porque conozco la etapa de reafirmación y sobretodo porque confío en la capacidad de mis hijas de auto gestionarse. Pero el hielo asoma... Crece, se agiganta por encima del nivel del mar.
Y las familias "agredidas" se empeñan en disfrazar la conducta en bestias de dos años y mi reacción, en pasotismo. No aceptan la diversidad de conductas. Y así hemos notado el frío del rechazo, del juicio, de la marginación.  Con Jose bromeamos de q se cree un grupo de whatsapp de atacadas y unidas contra las gemelas. Porque claro... Son un pack XD. Pero todo es hablarlo.
He llorado muchos miércoles y mucho. Pero eso me ha ayudado a poder afrontarlo y hablarlo en primera persona. Sera lento... No hablo del proceso de mis hijas, ya q todos los educadores saben que es temporal, normal y estamos por buen camino, sino lento el de los adultos q unen la conducta de sus hijos con sus emociones, q vuelcan sus frustraciones en la sobreprotección de sus hijos, y etiquetando, apartando, haciendo sufrir.
Y el iceberg sigue ahí... Flotando sobre el mar o agarrado al fondo helado, que más da...
Ay... Mi abuelo marinero cuanto me habría enseñado a entender el mar... Quizá lo hizo, quizá tantas historias de mareas y naufragios y paseos por las rocas me dijeron agárrate fuerte a mi mano, ahora te soltaré, déjate llevar por las olas y ves moviéndote hacia tierra firme o adentrarte en el mar si eso quieres... Y Abraham, Alicia y Atenea os doy la mano, fuerte como aun siento la de mi abuelo. Y os soltáis porque os apetece nadar un rato. Si tropiezas oirás mi voz decirte donde hay camino para navegar... Y os quiero y acepto tal y como sois, diferentes a los demás, libres de elegir si nadar hacia la orilla, caminar en las rocas, bucear o contemplar el mar desde lejos.


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