Hoy necesitaba escribir, mi cabeza reflexiona demasiado
entre carreras al cole, viajes de metro, horas de trabajo, doblar ropa, jugar
en el parque, abrazar a Alicia, llevar en brazos a Atenea, darle un beso a
Abraham, las caricias incondicionales de Lugh, las conversaciones de whatsapp
con mis amigas, los momentos instagram y las charlas interrumpidas pero
absolutas con Jose.
Entre tanto coctel, necesito ordenar mis emociones… Lo
haré en fin de año, después de reyes, en febrero… y estamos a marzo…
Me ha ayudado un artículo de Núria Alsina en Crecer en familia a entender a mis hijos y a adoptar mi postura limitadora respetuosa.
Varios temas me atormentaban. Muchos frentes abiertos. Pero
pueden agruparse en la punta del iceberg de las emociones viscerales, las
innatas, las de la infancia, las de nuestra esencia, nuestro legado, nuestra
descendencia. De nuestro sitio en el mundo, del de nuestros hijos en la
sociedad, pues es esa la empresa mas difícil e importante.
Y así en la cima aparece un conflicto de relación en un
espacio familiar. Mis hijas de dos años pegan con frecuencia a niños menores
(frecuencia es menos del 1 % del tiempo además dividido en 2, pero dejémoslo
así). Yo pongo límites redundantemente con las limitaciones de mis emociones,
de mis dos manos y mi cansancio. Pero los pongo porque confío en que esa es la
mejor reacción, porque conozco la etapa de reafirmación y sobretodo porque
confío en la capacidad de mis hijas de auto gestionarse. Pero el hielo asoma...
Crece, se agiganta por encima del nivel del mar.
Y las familias "agredidas" se empeñan en disfrazar
la conducta en bestias de dos años y mi reacción, en pasotismo. No aceptan la
diversidad de conductas. Y así hemos notado el frío del rechazo, del juicio, de
la marginación. Con Jose bromeamos de q
se cree un grupo de whatsapp de atacadas y unidas contra las gemelas. Porque
claro... Son un pack XD. Pero todo es hablarlo.
He llorado muchos miércoles y mucho. Pero eso me ha ayudado
a poder afrontarlo y hablarlo en primera persona. Sera lento... No hablo del
proceso de mis hijas, ya q todos los educadores saben que es temporal, normal y
estamos por buen camino, sino lento el de los adultos q unen la conducta de sus
hijos con sus emociones, q vuelcan sus frustraciones en la sobreprotección de
sus hijos, y etiquetando, apartando, haciendo sufrir.
Y el iceberg sigue ahí... Flotando sobre el mar o agarrado
al fondo helado, que más da...
Ay... Mi abuelo marinero cuanto me habría enseñado a
entender el mar... Quizá lo hizo, quizá tantas historias de mareas y naufragios
y paseos por las rocas me dijeron agárrate fuerte a mi mano, ahora te soltaré,
déjate llevar por las olas y ves moviéndote hacia tierra firme o adentrarte en
el mar si eso quieres... Y Abraham, Alicia y Atenea os doy la mano, fuerte como
aun siento la de mi abuelo. Y os soltáis porque os apetece nadar un rato. Si
tropiezas oirás mi voz decirte donde hay camino para navegar... Y os quiero y
acepto tal y como sois, diferentes a los demás, libres de elegir si nadar hacia
la orilla, caminar en las rocas, bucear o contemplar el mar desde lejos.
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